El Museo Penitenciario Argentino Antonio Ballvé es una institución dedicada a coleccionar, preservar, estudiar y comunicar el acervo histórico, social y cultural de la actividad penitenciaria federal.
*Lleva el nombre de quien fuera el director de la Penitenciaría Nacional junto a José Ingenieros y está ubicado en el edificio construido en 1760 por el arquitecto Antonio Masella para la Casa de Ejercicios Espirituales de los jesuitas instalados en la vecina Iglesia de San Pedro Telmo.
*El predio fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1982.
El edificio del Museo Penitenciario Antonio Ballvé guarda la historia de monjes jesuitas, meretrices, religiosos Bethlemitas, depósitos cerealeros, monjas guardia cárceles, el secreto del apodo de “La Raulito”, detenidas del asilo correccional de mujeres, pasando por la historia de San Martín como penitenciario, hasta objetos de requisas.
El lugar donde funciona hoy el Museo Penitenciario Antonio Ballvé (Humberto I 378, al lado de la Iglesia San Pedro González Telmo) y la Academia Superior de Estudios Penitenciarios, es uno de los ejemplos de arquitectura colonial más intactos del Casco Histórico de Buenos Aires y un repositorio profundo de la historia de San Telmo.
Quienes tuvieron la suerte de ver su amplio patio interno y sus largas arcadas blancas, saben que este sitio es una especie de cápsula del tiempo donde uno siente los fantasmas del pasado moviéndose entre las sombras y salones.
El terreno que hoy ocupa el museo era parte del complejo jesuítico de La Iglesia de San Pedro González Temo (anteriormente La Iglesia de Nuestra Señora de Belén), que fue formalmente cedido por el Cabildo a los monjes jesuitas, quienes tenían su centro administrativo en la Manzana de las Luces.
En el año 1735, las dos manzanas que abarcan desde la calle Defensa a Balcarce y desde Balcarce a la actual Paseo Colón (que en esa época era la orilla del Riachuelo) fueron convertidos por ellos en la iglesia y su escuela. Quince años después, terminaron de construir una casa de retiro espiritual para hombres, y el conjunto fue conocido durante mucho tiempo como “La Residencia”. La iglesia de San Pedro González Telmo era parte del complejo jesuita de América del Sur y, cuando fueron expulsados por orden del Rey Carlos III en 1767, fue allí donde se concentraron muchos para partir del continente.
En 1795 se establecieron los padres Betlehemitas, quienes mantuvieron un hospital en el sitio, hasta que unos años más tarde se convirtió en la casa de las meretrices: “mujeres de vida disipada”, explica el director del Museo, Alcalde Mayor y museólogo Horacio Benegas. “Venían acá presas, las guardaban acá, pero eso no duró mucho”.
Quienes tuvieron la suerte de ver su amplio patio interno y sus largas arcadas blancas, saben que este sitio es una especie de cápsula del tiempo donde uno siente los fantasmas del pasado moviéndose entre las sombras y salones.
El terreno que hoy ocupa el museo era parte del complejo jesuítico de La Iglesia de San Pedro González Temo (anteriormente La Iglesia de Nuestra Señora de Belén), que fue formalmente cedido por el Cabildo a los monjes jesuitas, quienes tenían su centro administrativo en la Manzana de las Luces.
En el año 1735, las dos manzanas que abarcan desde la calle Defensa a Balcarce y desde Balcarce a la actual Paseo Colón (que en esa época era la orilla del Riachuelo) fueron convertidos por ellos en la iglesia y su escuela. Quince años después, terminaron de construir una casa de retiro espiritual para hombres, y el conjunto fue conocido durante mucho tiempo como “La Residencia”. La iglesia de San Pedro González Telmo era parte del complejo jesuita de América del Sur y, cuando fueron expulsados por orden del Rey Carlos III en 1767, fue allí donde se concentraron muchos para partir del continente.
En 1795 se establecieron los padres Betlehemitas, quienes mantuvieron un hospital en el sitio, hasta que unos años más tarde se convirtió en la casa de las meretrices: “mujeres de vida disipada”, explica el director del Museo, Alcalde Mayor y museólogo Horacio Benegas. “Venían acá presas, las guardaban acá, pero eso no duró mucho”.
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